martes, 28 de junio de 2016

¿POR QUÉ NOS MAREAMOS Y VOMITAMOS?

Hace poco, publiqué un artículo en el que os hablaba del por qué del flato, el llanto, el bostezo, el hipo y la risa, y hoy os quiero contar el porqué del mareo y del vómito.

Para empezar, hay que recordar que el encéfalo está compuesto por cerebro, cerebelo y bulbo raquídeo, y que es el cerebelo, situado en la parte posterior y por debajo del cerebro, el que controla el equilibro y la coordinación del movimiento. Nuestro organismo dispone de tres vías para percibir la posición y el movimiento de nuestro cuerpo y hacer esto posible:

-Visual: cuando un objeto se mueve frente a nuestros ojos, las imágenes correspondientes a los distintos instantes se forman invertidas en diferentes regiones de la retina, donde esta información luminosa es transformada por las células fotorreceptoras (conos y bastones) en señales eléctricas que son transmitidas por el 2º par craneal, es decir, por el nervio óptico, hasta la corteza cerebral, donde se interpreta la información recogida por el ojo, se gira la imagen y realmente vemos y detectamos el movimiento.

-Vestibular: el oído interno, localizado en el interior del peñasco del hueso temporal, está formado por tres partes: la cóclea, con función auditiva; los canales semicirculares, que informan sobre la aceleración angular (rotación) y nos ayudan a mantener el equilibrio; y el vestíbulo, que se divide en utrículo y sáculo y ambos poseen un órgano receptor llamado mácula, integrado por células ciliadas sensoriales que detectan la posición estática y la aceleración lineal y nos aportan información sobre la posición de la cabeza respecto a la vertical y bajo la acción de la gravedad. Al mover la cabeza, los estereocilios de las células ciliadas detectan los movimientos de la endolinfa en el interior del oído interno y la presión de los cristales de carbonato cálcico llamados otolitos que se encuentran sobre la membrana de la mácula y que se mueven por la acción de la gravedad. Como resultado de esta presión, los cilios se flexionan y se genera una señal nerviosa por la que se envía la información al encéfalo a través del 8º par craneal: el nervio vestibulococlear o estatoacústico.

-Propioceptiva: el sistema somatosensorial tiene receptores sensibles a distintos tipos de estímulos (mecanorreceptores, termorreceptores, nociceptores, fotorreceptores y quimiorreceptores) que se pueden clasificar también, según su localización, en exterorreceptores, interorreceptores y propioceptores. Pues bien, son precisamente estos últimos los que se encuentran en los músculos y las articulaciones de todo el cuerpo y nos aportan información sobre la posición de las articulaciones, la actividad muscular y la orientación del cuerpo en el espacio, enviándola por los nervios sensoriales hasta la médula espinal y el área somatosensorial primaria localizada en el giro postcentral del lóbulo parietal del encéfalo, para que posteriormente se procese esa información y se mande a continuación de vuelta a los músculos con el fin de que realicen las correcciones necesarias para mantener la postura adecuada y el equilibrio. Es a esto a lo que llamamos propiocepción.

¿Por qué nos mareamos?


Estos mareos debidos al movimiento denominados cinetosis aparecen cuando estas informaciones son contradictorias, traduciéndose en mareo, vértigo, náuseas, vómitos, palidez, sudoración… Es por ello que sea más fácil que nos mareemos cuando vamos leyendo o con la mirada puesta en cualquier punto fijo que cuando vamos mirando hacia el exterior, hacia el horizonte, puesto que la información que nos da la vista y las articulaciones no se corresponde con la del oído. Por esta misma razón, también nos mareamos más cuando viajamos en los asientos traseros de un coche que cuando ocupamos el asiento del copiloto, ya que tenemos el asiento del conductor o del copiloto delante de nuestros ojos y es más difícil ver el exterior, de la misma manera que cuando vamos en un autobús sentados en los asientos más próximos al pasillo también es más frecuente que suframos mareos que cuando viajamos en los que están pegados a la ventana, por el mismo motivo, y más aún si vamos en la parte trasera del autobús, que tiene más movimiento.

Por lo tanto, lo más aconsejable para intentar evitar el mareo es llevar la vista al exterior y mirar al horizonte en lugar de centrarnos en un punto fijo, además de llevar una buena oxigenación y una buena temperatura en el vehículo y evitar tanto ir en ayunas o sedientos como viajar con mucho líquido o mucha comida en el estómago. Sin embargo, aunque todos sigamos estas recomendaciones, está claro que no todas las personas nos mareamos con la misma facilidad y tampoco lo sufrimos igual en distintas circunstancias. Esto se debe a que también existen otros factores que intervienen.

Factores personales:

-Constitucionales: hay personas más propensas que otras a sufrir mareos porque, por ejemplo, pueden tener una sensibilidad aumentada en el oído interno.

-Enfermedades: las personas con enfermedades en el oído, gástricas y circulatorias e incluso con dolores cervicales o ansiedad los sufren con más facilidad.

-Sexo y edad: aunque no esté demostrado, la creencia popular nos dice que los mareos suelen ser más frecuentes en mujeres que en hombres. Lo que sí es totalmente cierto es que durante la menstruación y el embarazo la capacidad sensorial de las mujeres se ve afectada y esto hace que se mareen con más facilidad. En cuanto a la edad, los niños y los ancianos son los que más se marean, debido a que sus células son más sensibles. Los recién nacidos y niños menores de dos años no sufren este problema, ya que es a partir de los dos años cuando aumenta la sensibilidad de manera progresiva, para luego reducirse poco a poco este problema en la edad adulta y finalmente incrementarse de nuevo en la vejez.

Factores exteriores:

-Ciertos olores pueden hacer que ciertas personas se mareen.

-La climatología también es otro factor a tener en cuenta, siendo peligrosas las altas temperaturas y las exposiciones prolongadas al sol en días muy calurosos.

-El tiempo de exposición está directamente relacionado con la aparición del mareo.

-La velocidad y las aceleraciones y cambios de dirección bruscos también contribuyen al mareo.


¿Y por qué nos dan ganas de vomitar?

El centro nervioso encargado del vómito es el bulbo raquídeo, que presenta una zona llamada CTZ (zona gatillo quimiorreceptora) localizada en la porción lateral de cada área postrema del suelo del cuarto ventrículo y repleta de quimiorreceptores dopaminérgicos y serotoninérgicos, capaces de detectar cualquier variación en la concentración normal de la sangre. Cuando esto ocurre, tiende a eliminar todo el contenido de nuestro estómago, por si hubiese alguna sustancia perjudicial o tóxica que pudiera pasar a la sangre.

Sin embargo, no solo vomitamos cuando tomamos alimentos en mal estado o una comida “nos ha sentado mal”, sino también cuando nos metemos los dedos en la parte posterior de la boca con  la intención de provocarnos el vómito, debido a que en el inicio de la faringe hay unos sensores que estimulan el bulbo raquídeo, o incluso cuando nos mareamos. ¿Por qué? Esto se debe a que nuestro cerebro, que está conectado con el estómago por medio del vestíbulo espinal, envía estímulos a dicho órgano que provocan los síntomas típicos como náuseas, vértigo o sudoración y un desequilibrio que le lleva al organismo a aumentar la presión en el abdomen y a contraer los músculos abdominales para expulsar los alimentos contenidos en el estómago.


jueves, 23 de junio de 2016

NO AL SEDENTARISMO

Se cree que más de la mitad de la población mundial no realiza la actividad física necesaria. Y es que en las nuevas generaciones cada vez es más habitual el sedentarismo, que se ha convertido incluso en un importante factor de riesgo para algunas enfermedades, de lo cual tienen la culpa en gran parte las nuevas tecnologías. Hoy en día, muchos niños prefieren quedarse en casa a jugando a videojuegos, con sus teléfonos móviles, con sus tablets o con sus portátiles a salir a la calle y realizar otro tipo de actividades de ocio al aire libre, tal y como se hacía antes. El gran Albert Einstein dijo un día: “Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo solo tendrá una generación de idiotas”. Lo peor es que la profecía del físico alemán está muy cerca de hacerse realidad, si no lo ha hecho ya, y en verdad cada vez pasamos más y más tiempo pegados a las pantallas en detrimento de nuestra actividad. Es la cruda realidad. Sin embargo, las tecnologías no son la única razón; también el aumento de la delincuencia, el incremento del tráfico y la contaminación en las calles y la disminución de las explanadas y de las áreas verdes pueden ser otros motivos razonables. En definitiva, lo que está claro es que la vida y el día a día han cambiado mucho en los últimos años y el sedentarismo está cada vez más presente. Si a esto le añadimos la proliferación de la comida rápida en el mundo actual y en muchas ocasiones una alimentación inadecuada y en excesivas cantidades, está claro que los problemas de salud serán más que evidentes.








ANTES









AHORA






11 CONSECUENCIAS DEL SEDENTARISMO:

-Sobrepeso y obesidad: el ejercicio físico ayuda a quemar el exceso de calorías y grasas que el cuerpo no necesita. Por el contrario, el sedentarismo hace que se deje de secretar la hormona irisina, que se encarga de convertir la grasa blanca “mala” en grasa parda “buena”, contribuyendo su ausencia a la obesidad.

-Aumento del apetito: podríamos pensar que si gastamos energía con la actividad física, el cuerpo nos pedirá que comamos para poder reponer esa energía, pero al contrario de lo que nos dice nuestra lógica, solemos tener más ganas de comer cuando nos pasamos la mañana sentados en el sillón de casa o en la silla de clase o del trabajo que cuando salimos a movernos. Esto se debe a que la vida activa aumenta los niveles en sangre de amilina o de leptina, lo cual reduce la sensación de hambre. La amilina, por su parte, es una hormona sintetizada por las células beta de los islotes de Langerhans del páncreas cuyo mecanismo de actuación aún no está muy claro, mientras que la leptina es una hormona secretada por los adipocitos que actúa en el núcleo paraventricular del hipotálamo liberando un neuropéptido que reduce el apetito y aumenta también indirectamente el metabolismo basal.

-Ascenso de los niveles de colesterol LDL (“malo”), descenso de los del HDL (“bueno”) y propensión a enfermedades cardiovasculares, como la diabetes y la hipertensión arterial.

-Bajo estado anímico: durante el ejercicio físico liberamos endorfina, de modo que si no mantenemos una vida activa, los niveles de dicha hormona descienden y, por consiguiente, estamos más decaídos e incluso baja nuestra autoestima.

-Dolores articulares y contracturas de espalda y de cintura: la vida sedentaria conlleva una pérdida de musculatura que puede suponer estas dolencias. En cambio, una práctica diaria de ejercicio físico puede ser muy beneficiosa para la espalda y nos puede librar de alguna lumbalgia.

-Aumento del riesgo de sufrir algunos tipos de cáncer (de endometrio en las mujeres, de intestino o de pulmón), tal y como demostró un estudio de la revista británica Journal of the National Cancer Institute.

-Debilitamiento óseo, que aumenta las posibilidades de sufrir osteoporosis.

-Disminuye la longevidad: permanecer 6 horas al día frente al televisor acorta la vida hasta en 5 años, tal y como demostró el British Journal of Sports Medicine.

-Reduce la liberación de testosterona y la fertilidad en el hombre.

-Menor rendimiento académico y laboral: numerosos estudios han reflejado también una mejora del rendimiento cognitivo con la realización de ejercicio físico. El hecho de hacer deporte tan solo unos minutos al día es capaz de aumentar nuestra concentración o capacidad de atención.

-Trastornos del sueño: estar sentado durante muchas horas al día tiene un impacto negativo en la calidad del sueño, dificulta el mantenerse despierto durante el día y hace más frecuentes los síntomas de la apnea del sueño. A diferencia de estas personas sedentarias, las más enérgicas tienen más facilidades para conciliar el sueño y disfrutan de una mejor calidad del mismo.



Y ahora, una vez que conoces los perjuicios del sedentarismo y los beneficios de una vida activa, ya eres tú el que decides qué camino escoger. En nuestras manos está cuidar de nosotros mismos y llevar unos hábitos de vida saludables sin mucho esfuerzo y sin necesidad de pasarnos horas y horas en el gimnasio. Simplemente es necesario un poco de fuerza de voluntad para hacer un poco de ejercicio a menudo y fijarnos quizás una rutina, ya que la clave no está en pegarnos palizas varios días seguidos esperando resultados repentinos imposibles y luego volver al sedentarismo. El quid está en ser constantes (sin excedernos tampoco en la intensidad) y crear ese hábito, de manera que cada vez nos cueste menos hacer un poco de ejercicio si es que no somos muy aficionados a ello y que lo lleguemos a ver más bien como un entretenimiento o una forma de divertirse, en lugar de como una obligación.



martes, 21 de junio de 2016

COMPOSICIÓN DE LA SANGRE Y GRUPOS SANGUÍNEOS

La sangre humana está formada en un 55% por plasma sanguíneo (formado mayoritariamente por agua y contiene proteínas como la albúmina, las inmunoglobulinas y factores de coagulación) y en un 45% por tres elementos formes:

-Plaquetas, que son fragmentos celulares producidos por la médula ósea roja e intervienen en la coagulación sanguínea.

-Leucocitos o glóbulos blancos, que son células nucleadas que intervienen en la defensa del organismo y que se forman en la médula ósea. Se diferencian dos tipos:

            -Monomorfonuleares o agranulocitos, que poseen únicamente gránulos primarios o                            azurófilos y que, a su vez, se clasifican en:

-Linfocitos, que son los leucocitos de menor tamaño y son los encargados de la defensa inmunitaria. Se distinguen linfocitos T, que son los responsables de la inmunidad específica celular, se diferencian en el timo y pueden ser cooperadores (T4) o citotóxicos (T8); y por otro lado, los linfocitos B, que son los responsables de la inmunidad específica humoral y se diferencian en el hígado y en el bazo durante el estado fetal y en la médula ósea en el adulto. Un tercer tipo de linfocitos son las células NK (Natural Killer), que provienen también de la médula ósea pero se diferencian de los otros dos tipos anteriores en que son responsables de la inmunidad innata en lugar de encargarse de la específica o adquirida como hacen tanto los linfocitos T como los linfocitos B.

-Monocitos, que son los leucocitos de mayor tamaño e intervienen en la fagocitosis, que es un tipo de endocitosis en la que la membrana plasmática de la célula se invagina y engloba en su interior partículas de gran tamaño, organismos vivos o restos celulares que forman grandes vesículas, visibles incluso al microscopio óptico, denominadas vesículas o vacuolas de fagocitosis (fagosomas).

-Polimorfonucleares o granulocitos, que presentan tanto gránulos primarios o azurófilos como gránulos específicos o secundarios. Dentro de estos, a su vez, diferenciamos:

-Neutrófilos, que son los más abundantes, suponiendo un 65-68% de los leucocitos. Se encargan de llevar a cabo la fagocitosis.

-Basófilos, que sintetizan un anticoagulante llamado heparina y un vasodilatador denominado histamina y que, al igual que los eosinófilos, juegan también un papel importante en las alergias y en las infecciones parasitarias.

-Eosinófilos, que son los menos abundantes, ya que conforman tan solo un 0,1-1% de los leucocitos. Intervienen en las alergias y en la fagocitosis, junto a monocitos y neutrófilos.


-Eritrocitos, hematíes o glóbulos rojos, que son células bicóncavas carentes de núcleo que se encargan del transporte de oxígeno unido a hemoglobina hasta las células. Se forman en la médula ósea roja.

Sin embargo, la sangre no es igual en todos los seres humanos y la razón por la que se puede clasificar en un grupo o en otro reside precisamente en estos glóbulos rojos.








SISTEMA ABO

Los 4 grupos sanguíneos (A, B, AB y O) fueron descubiertos en 1900 por el científico austriaco Karl Landsteiner, hallazgo por el cual logró conseguir el Premio Nobel de Medicina en 1930 y que ha permitido salvar miles de vidas desde entonces, al dejar establecidos los criterios de compatibilidad sanguínea para llevar a cabo las transfusiones entre seres humanos.

El sistema de grupos sanguíneos ABO en el ser humano es un caso de alelismo múltiple, al igual que las proteínas plasmáticas humanas o el color de ojos de la Drosophila Melanogaster. En los grupos sanguíneos no existen solo dos alternativas para un mismo carácter, sino que intervienen tres alelos, que son A, B y O (ausencia de los antígenos A y B).

Por esta razón, existen 4 grupos sanguíneos distintos según las glucoproteínas presentes en la membrana de los glóbulos rojos que funcionan como antígenos (aglutinógenos). Los glóbulos rojos pueden poseer antígenos en su superficie (A, B o ambos) o carecer de ellos, y para determinar a qué grupo sanguíneo pertenecemos, hay que tener en cuenta que la presencia del antígeno A y la presencia del antígeno B son codominantes y que ambos dominan frente a la ausencia de los antígenos A y B (grupo sanguíneo O). Por ello, los grupos sanguíneos que les corresponderán a los diferentes genotipos posibles serán los siguientes:

-AO: grupo A.
-AA: grupo A
-AB: grupo AB
-BO: grupo B
-BB: grupo B
-OO: grupo O

A la hora de realizar una transfusión sanguínea, es totalmente imprescindible conocer el grupo sanguíneo del donante y del recepetor, ya que estos antígenos son los culpables de la producción de anticuerpos cuando entran en el cuerpo de una persona cuya sangre no presenta dichos antígenos. De esta manera, los antígenos A producen anticuerpos frente a los anticuerpos B, los antígenos B fabrican anticuerpos para los anticuerpos A, los AB no generan anticuerpos y los O (carentes de antígenos A y B) van a producir anticuerpos frente a los dos tipos de antígenos. Por lo tanto, estos anticuerpos fabricados son los responsables de la incompatibilidad de las transfusiones sanguíneas. Si realizáramos una transfusión incorrecta, los glóbulos rojos se aglutinarían y supondría probablemente la muerte de la persona.

Como conclusión, podemos afirmar que a un individuo cualquiera se le podrá hacer una transfusión sanguínea siempre y cuando la sangre inyectada no posea antígenos que no estén presentes en los glóbulos rojos de su propia sangre.

Dicho esto, ¿cuál es el “donante universal”?

El donante universal (término acuñado por Ottenberg en 1911) es el O, puesto que los eritrocitos de este tipo de sangre no poseen en su membrana ningún antígeno que pueda provocar la formación de anticuerpos frente a ellos al ser introducidos en otro individuo de cualquier otro grupo sanguíneo.

¿Y cuál es el “receptor universal”?

El receptor universal es el AB, puesto que tiene tanto antígenos A como antígenos B, de modo que no existe ningún otro antígeno diferente en otro tipo de sangre que al introducirse pueda dar lugar a anticuerpos y un consecuente rechazo.


RECEPTOR
A
B
AB
O
D
O
N
A
N
T
E
A
P
O
P
O
B
O
P
P
O
AB
O
O
P
O
O
P
P
P
P



GRUPO SANGUÍNEO
A
B
AB
O
ANTÍGENO
A
B
A y B
-
ANTICUERPO
Anti-B
Anti-A
-
Anti-A y Anti B
¿A QUIÉN PUEDE DONAR?
A y AB
B y AB
AB
A, B, AB y O
¿DE QUIÉN PUEDE RECIBIR?
A y O
B y O
A, B, AB y O
O


FACTOR RH

El factor Rh es otra proteína aglutinógena a tener en cuenta en la membrana de los glóbulos rojos que permite clasificar también la sangre en Rh+, si tiene esa proteína, o Rh-, si carece de ella. Por esta razón, existen realmente ocho tipos diferentes de sangre: A+, A-, B+, B-, AB+, AB-, O+ y O-, de los cuales el O+ es mundialmente el más frecuente y el AB-, el más inusual.

El funcionamiento es el mismo que con los antígenos A y B: únicamente cuando a una persona que carece de esta proteína en los glóbulos rojos de su sangre se le inyecta la de otra que sí lo posee, se producirá una respuesta inmunitaria.

Por lo tanto, para ser del todo correctos, el “donante universal” es en verdad el O-, mientras que el “receptor universal” es el AB+.


RECEPTOR
Rh+
Rh-
D
O
N
A
N
T
E
Rh+
P
O
Rh-
P
P


martes, 14 de junio de 2016

BENEFICIOS DE LOS ÁCIDOS GRASOS OMEGA 3, OMEGA 6 Y OMEGA 9

Los ácidos grasos son ácidos carboxílicos formados por largas cadenas carbonadas con un número par de carbonos y que poseen carácter anfipático, ya que la cadena carbonada (cola) es apolar e insoluble en agua y el extremo con el grupo carboxilo (cabeza) es polar y soluble en agua. Pueden ser de dos tipos: saturados, si solo poseen enlaces simples, o insaturados, si tienen uno o varios enlaces dobles que suelen ser normalmente cis, lo que da lugar a un acodamiento de las moléculas y a un empaquetamiento más débil que en los saturados.

Algunos de estos ácidos grasos pueden ser sintetizados por el propio organismo y se denominan no esenciales, como es el caso de los saturados y monoinsaturados. En cambio, los ácidos grasos poliinsaturados deben ser incorporados en la dieta y son muy importantes también, puesto que su carencia puede imposibilitar además la síntesis de otras moléculas como los lípidos saponificables de los que forman parte o las prostaglandinas, que son mediadores de la inflamación. Este tipo de ácidos que nuestro cuerpo no es capaz de fabricar por sí mismo recibe el nombre de esenciales. Bajo esta denominación encontramos muchos ácidos grasos omega.

Los ácidos grasos insaturados incluidos en las series omega son de gran interés. El término omega se emplea para señalar la ubicación del primer doble enlace de la cadena empezando a contar desde el último carbono, llamado omega (ω). Así, los conocidos omega 3 son aquellos que presentan el primer doble enlace en el tercer carbono empezando a contar por el final, de la misma manera que los omega 6 lo tienen en el sexto. La variedad de ácidos grasos dentro de cada una de estas series es muy amplia, pudiendo variar el número de dobles enlaces que presentan en la molécula o la longitud.


ÁCIDOS GRASOS OMEGA 3

¿Qué alimentos lo presentan?

-Pescados grasos: sardinas, salmón, atún y caballa.











-Verdura: lechuga, espinacas, brócoli, coles y coliflor.













-Frutos secos y semillas: semillas de lino, nueces, almendras, cacahuetes, avellanas y pistachos.













-Aceites vegetales: de lino, de oliva y de girasol.











Beneficios:
-Aporta grandes beneficios a la salud cardiovascular, disminuyendo los niveles de colesterol LDL (“malo”) y triglicéridos, previniendo la formación de coágulos en las arterias, mejorando la circulación sanguínea y reduciendo la hipertensión arterial. Además, protege contra el cáncer, favorece el buen funcionamiento de las neuronas y tiene propiedades antiinflamatorias, por lo que es beneficioso para reducir el dolor de enfermedades como la artritis.

Los más comunes son:

Ácido alfa-linolénico (ALA), químicamente llamado ácido octadeca-9, 12, 15-trienoico. Es una cadena de 18 carbonos que posee 3 dobles enlaces, situados en las posiciones 9, 12 y 15. Es el precursor de los demás ácidos grasos de la serie omega 3.


Ácido eicosatetraenoico, químicamente llamado ácido eicosa-8, 11, 14, 17-tetraenoico. Es una cadena de 20 carbonos con 4 dobles enlaces, localizados en las posiciones 8, 11, 14 y 17.
Ácido eicosapentaenoico (EPA), químicamente llamado ácido eicosa-5, 8, 11, 14, 17-pentaenoico. Es una cadena de 20 carbonos con 5 dobles enlaces, que se encuentra en las posiciones 5, 8, 11, 14 y 17.
Ácido docosahexaenoico (DHA), químicamente llamado ácido docosa-4, 7, 10, 13, 16, 19-hexaenoico. Conforma una cadena de 22 carbonos con 6 dobles enlaces en las posiciones 4, 7, 10, 13, 16 y 19.


ÁCIDOS GRASOS OMEGA 6


¿Qué alimentos lo presentan?

En realidad, la mayoría de los alimentos que contienen omega 3 citados anteriormente contienen también omega 6 en gran cantidad. Sin embargo, a diferencia de los omega 3, los ácidos grasos omega 6 están presentes también en las carnes magras y vísceras.



Es por ello que prácticamente sin quererlo incorporamos una mayor cantidad de omega 6 respecto a la de omega 3 de la que debemos ingerir, por lo que es aconsejable reducir el consumo de los primeros ácidos grasos e incrementar el de los segundos para así lograr ese equilibrio entre ácidos grasos omega 3 y ácidos grasos omega 6, lo cual es fundamental para el metabolismo de las prostaglandinas. Los expertos recomiendan que el consumo de ácidos grasos omega 6 sea cuatro veces el de los omega 3, para lo cual resulta conveniente reducir la ingesta de productos cárnicos e incrementar el de vegetales especialmente ricos en omega 3.

Beneficios:

Equilibra los niveles de insulina y previene la diabetes, cuida la piel, alivia los síntomas premenstruales en la mujer, mejora el flujo y el riego sanguíneo a todas las partes del cuerpo previniendo la caída del cabello, interviene en el buen funcionamiento del sistema inmunitario y nervioso, reduce el colesterol y los triglicéridos y tiene propiedades antiinflamatorias beneficiosas para combatir la artritis reumatoide al disminuir los niveles de prostaglandinas. Por lo tanto, los beneficios de los omega 3 y omega 6 son similares.

Los más comunes son:
Ácido linoleico, químicamente llamado ácido 9, 12-octadecadienoico. Es una cadena de 18 carbonos con 2 dobles enlaces en las posiciones 9 y 12. Es el precursor de los demás ácidos grasos de la serie omega 6.
Ácido eicosadienoico, químicamente denominado ácido 11, 14-eicosadienoico. Está formado por 20 carbonos y presenta 2 dobles enlaces en las posiciones 11 y 14.
Ácido araquidónico, químicamente llamado ácido-5, 8, 11, 14-eicosatetraenoico. Es una cadena de 20 carbonos con 4 dobles enlaces situados en las posiciones 5, 8, 11 y 14.
Ácido adrénico, químicamente llamado ácido-7, 10, 13, 16-docosatetraenoico. Es una cadena de 22 carbonos con 4 dobles enlaces localizados en las posiciones 7, 10, 13 y 16.


Por otro lado y para terminar ya, cabe destacar también otra serie omega, la de los ÁCIDOS GRASOS OMEGA 9 que, a diferencia de los omega 3 y omega 6 explicados anteriormente, no son esenciales, sino que nuestro organismo es capaz de sintetizarlos por sí mismo. Otra peculiaridad de esta serie de ácidos grasos omega es que no interfieren en la asimilación de otros ácidos grasos, mientras que los omega 3 y los omega 6 sí compiten a la hora de ser metabolizados, de modo que la escasez de uno conlleva el exceso del otro y viceversa.

El ácido graso omega 9 más común con diferencia es el ácido oleico, químicamente llamado ácido octadeca-9-enoico. Está formado por una cadena de 18 carbonos con un solo doble enlace en la posición 9 (monoinsaturado). Se encuentra principalmente en los aceites de canola, girasol y oliva y tiene también beneficios para la salud al disminuir el riesgo de enfermedades cardiovasculares, aumentar los niveles de colesterol HDL (“bueno”) y disminuir las cantidades de colesterol LDL (“malo”).

Como veis, los ácidos grasos omega también presentan beneficios para la salud y resulta imprescindible incorporarlos a nuestra dieta, pero como siempre decimos, en su justa medida, ni por exceso ni por defecto. Si al igual que realizamos una ingesta diaria adecuada de estos ácidos grasos nos preocupamos por hacer lo mismo con el resto de alimentos para mantener una dieta sana, variada y equilibrada, hacemos ejercicio a menudo, bebemos agua en abundancia, dormimos unas 8 horas diarias y evitamos malos hábitos, vamos por un buen camino para mantenernos en buen estado de salud. Simplemente con un poco de fuerza de voluntad lo podemos conseguir. ¡Cuídate!